Mi fin de semana empezó el domingo, cuando a las 9 de la mañana sonaba el despertador y a la vez que moría de sueño (culpa de mi imprevista noche del sábado, mi genial amiga Ro y unas heineken de más) preparaba la maleta y cogía un tren para Madrid.
Como el tiempo acompañaba, pasamos nuestra mañana recorriendo de arriba a abajo el rastro, que me encantó por cierto, e incluso hice unas cuantas compras.
Pero lo mejor de todo llegaría la noche del domingo. Nuestro principal objetivo de este viaje era el esperadísimo concierto de Ezra Koening y los suyos, que tendría lugar esa noche en el teatro Circo Price de Madrid. Los Vampire Weekend resultaron estar más increíbles aún de lo que imaginabamos. Salté, canté, grité y enloquecí. Qué genialidad. Me lo pasé de lujo.
La mañana y tarde del lunes la dedicamos a pasear por las céntricas calles madrileñas, ver todas sus tiendas y a aumentar nuestro enamoramiento hacia la capital. Adoro Madrid. Siempre hay algo que ver. Espero volver muy pronto.
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