Jenny envidia a esas parejas que paseando por la calle frenan en seco para darse uno de esos besos que quitan el hipo mientras todas las personas que pasean a su alrededor se quedan mirando, algunas envidiosas, otras escandalizadas, pero todas ellas completamente ignoradas por ese beso, como si nadie más existiese, como si el mundo se detuviese para ellos.
Y es que Jenny se solió sentir así en otra vida, pero él un día se abandonó, y la abandonó a ella como ese niño que olvida su juguete preferido cuando crece, dejando que coja polvo.