9.3.10

Quién me manda

Odio la nieve. Esta es mi frase del día. En realidad no la odio, es más, me resulta agradable, incluso me gusta. Pero hoy no, hoy la odio, o al menos la he odiado durante unos instantes. La he odiado a ella y a la manada de niños (no tan niños, ya estaban bien creciditos) que corrían tras de mí con un cargamento de bolas de nieve.
Iban bien equipados, equipadísimos, a bola por mano de niño, por ocho niños, lo que hace un total de dieciseis bolas, dieciseis malditas bolas de nieve cuyo único blanco era yo, y si conseguían darme en la cabeza diez puntos más. Que jodidos.
Yo, que contenta bajaba a mi clase de Psicología del desarrollo porque hoy me levanté con tiempo y no llegaría tarde, los visualicé en la acera de enfrente y tuve una visión: "malo", "algo malo va a pasar..."
Y una bola desencadenó todo, y yo que no me puedo callar empecé a maldecirlos, lo cual solo sirvió para avivar más su juego.
Imaginarme corriendo detrás de ocho "bichos" más altos que yo por mitad de la carretera. Yo, indefensa, y ellos, matándome a bolazos. Suerte que era nieve. Se lo habrán pasado chachi piruli al menos, eso sí. Ellos y todos los espectadores que alrededor había y eran testigos de la cómica situación. Yo, no tanto.
Suerte que la nieve ya se ha derretido.

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