19.4.10

Pequeña Basphomet

Mary era una joven muy bella. Enamoraba a los hombres con un sutil encanto que sólo a ella la caracterizaba, y estos caían rendidos a sus pies. Su mirada expresiva y cara angelical ha hacían irresistible. Pero tras ese angelical rostro se escondía el auténtico satán. El diablo encarnado en una amapola, tan apetecible y deseable a la vez que tóxica. Mary era consciente de su virtud, lo cual la hacía aún más fuerte y segura. Conseguía lo que se proponía con sólo desearlo, lo cual la hacía aún más ambiciosa y con ganas de poder, traicionando a quien fuera necesario con tal de conseguir su fin. Mary además era inteligente, se licenció el bellas artes lo cual la hacía una persona con una sensibilidad especial hacia lo bello y lo artístico. Pintaba cuadros y retratos, definidos por ella como los mejores de la época superando con ninguna humildad a todos los demás. Eran ELLA y el resto. Un lucifer queriendo ser Dios. Pero llegó el día que tanto temía Mary. Su rostro ya no era el más bello, los años habían pasado para ella, las arrugas de su frente y sus manos delataban una vida ya casi vivida. Aquella amapola se convirtió en una flor repleta de espinas, fugándose la vistosidad de su color y quedando únicamente un espíritu amargo, espíritu que siempre había estado presente pero camuflado por su hermosura. Envejeció. Ya no era deseada, envidiaba a aquellas jóvenes mujeres que ella un día fue. Aunque como ella ninguna, pensó antes de morir, llevándose a la tumba la humildad que nunca tuvo y quedando presente la vanidad que derrochaba a cada paso para el resto de los días.

Mary y los siete pecados capitales.

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Eliphas Levi, representación de Basphomet, encarnación del diablo.